Nunca te rindas #aclaralaPsoriasis

Hoy os traigo el post más personal que he escrito, y mirad que os abro mi corazón a veces, pero esto lo supera. Y es gracias a Madresfera y su carnaval de posts para la campaña #aclaralapsoriaris, en el que tenemos que contar una historia de superación, un momento muy difícil de tu vida y cómo lo hemos superado.

Yo os voy a hablar de una de las peores épocas de mi vida, por no decir la peor, cuando me vi envuelta sin darme cuenta en un trastorno alimenticio. Y me cuesta bastante hablar de esto pero si sirve para ayudar a alguien… Bienvenido sea.

No sé ni cómo empezar… Quizá todo empezó de verdad en la época en la que me enamoré de Carlos, aunque viene de bastante antes. Siempre he sido muy insegura, en el colegio e instituto no lo pasé nada bien y las inseguridades han ido creciendo conmigo conforme pasaban los años. Y el tipo de inseguridad también, lo que era no verme capaz de aprobar un examen, pasó a miedo a no valer para nada, miedo a quedarme sola, miedo a no gustar a nadie. Miedos y miedos porque siempre me veía poca cosa. En todo.

Y digo que fue cuando empecé mi relación con Carlos porque al conocerle y empezar a salir con él me hice chiquitita a su lado. Lo veía tan especial, tan buena persona, tan inteligente y sí, tan guapo, que me miraba al espejo y no hacía más que repetirme que no estaría más de dos días conmigo. ¿Cómo va a estar contigo si todas sus amigas son mucho más guapas que tú? Y ahí empezó todo, con mi sentimiento de inferioridad e inseguridad. Qué estúpido lo veo ahora con el paso de los años, como si el estar más delgada hiciera que alguien se enamorase más de ti.

Pero claro, en aquel momento me devoró ese pensamiento. Y un día decidí empezar a hacer deporte y ponerme más a dieta. Por él. Para gustarle más, para estar a su altura. Sólo un par o tres de kilos, me dije, solo hasta que me vea algo mejor. Pero ay la mente… La mente. Yo me creía dueña de mis actos. “No mamá, estoy comiendo bien de verdad, sólo que como más sano”. “No mamá, no estoy haciendo demasiado deporte, lo normal”. “No mamá, es que los pantalones han dado de sí, no he adelgazado tanto”.

Cuando empecé a verme con menos kilos, la cosa no mejoró. Claro, ¿cómo iba a hacerlo?, el problema nunca fueron los kilos, siempre fue mi inseguridad. Nunca fue suficiente el peso bajado. Siempre me veía mal. Siempre me veía gorda. Una talla, otra y otra. Y lo que iban a ser un par de kilos, se convirtieron en 15 kilos en un año. Y he de decir que son 15 kilos que NO me sobraban. Jamás he tenido sobrepeso, así que problema real de salud, nunca hubo.

El tiempo que duró aquello no se lo deseo a nadie. Me levantaba y hacía deporte sin desayunar, desayunaba y volvía a hacer deporte. Apenas comía. Estaba cansada, malhumorada y triste constantemente. Y por dentro… destrozada. Sólo quién ha vivido algo así sabe lo que es mirarse y sentir asco. Querer salir de tu cuerpo, que te de vergüenza que la gente te mire, no querer ir a la playa porque nadie te vea, no querer usar pantalón corto porque lloras al ver tus piernas. El mínimo que pesé fueron 48 kilos y una talla 32. Jamás me vi buen cuerpo. Es más, cuanto más tiempo pasaba, peor me sentía. Quería comer más y más me castigaba. “Eres una débil porque has comido un trozo de pan más. Has tirado todo por la borda de nuevo. Mira que piernas, jamás te verás bien. Intenta vomitarlo, por una vez no pasa nada, o estarás asquerosa siempre”. Suena duro, pero eso es lo más suave que me he llegado a decir a mí misma.

En todo este tiempo he de decir que mi alrededor nunca “pasó” de mí, pero yo no quería escuchar. Y cuando uno no quiere escuchar, da igual lo que te digan. Y si salí de aquello fue gracias a eso. Y, por encima de todos, a Carlos. Llegué a tocar fondo, a pasar los días en cama llorando, a no querer nada. Estábamos viviendo juntos en un piso de estudiantes y él vivió a mi lado todo aquello.

Aún recuerdo un día que se metió en la bañera conmigo porque no dejaba de llorar para intentar calmarme. Recuerdo el olor del gel, como me acariciaba la espalda. Recuerdo sus brazos, sus palabras, sus besos. Recuerdo que él era lo que me hacía sentir viva. Recuerdo llorar allí. Y el agua que no limpiaba mi tristeza. Recuerdo sus ojos, más tristes aún por verme así. Porque no sólo sufría yo, él sufrió conmigo cada lágrima.

Y de pronto, un día, en una de esas mil conversaciones sobre el tema que teníamos los dos, en las que yo escuchaba pero no quería hacer caso, él me dijo:

“Siempre has querido ser madre. ¿Es lo que más quieres en este mundo? Eso es lo que siempre me dices. Piensa si quieres que tus hijos vean esto. ¿Es lo que les quieres enseñar? ¿Es así como quieres que vivan ellos? Tienes que cambiar. Si de verdad quieres ser madre no puedes ser así. Hasta que no estés sana, no tendremos hijos”.

Y ahí fue. Esa fue mi tecla. Fue mi bofetada de realidad. No es que ala, estaba curada, ni muchísimo menos. Pero ahí me decidí a pedir ayuda. Fui a una psicóloga un año entero. Leí y releí libros de terapia cognitiva y positivismo. Empecé a cuidar mi cuerpo de verdad, alimentándome bien. Empecé a cuidar mi mente. Y luché. Mucho. Aún hoy día lo sigo haciendo.

Quise tirar la toalla mil veces. Mil. Pero salí de todas ellas. Busqué en la comida sana una forma de vida, para así cuidar mi mente. Busqué en el deporte una forma de vida, para alejarme de las obsesiones pero cuidar mi cuerpo. Hablé con la psicóloga sobre todo y más. Empecé a quererme un poquito. Empecé a darme cuenta de lo que era la vida de verdad. Empecé a agradecer. No sabéis lo que ayuda agradecer lo que tenemos, te deja en paz, tenemos mucho por lo que dar las gracias. A día de hoy sigo teniendo algún bajón, hay heridas que no terminan de curar nunca, pero vivo con ellas. Las reconozco y sé curarlas para que el dolor pase pronto y no darles más importancia.

Y entonces me sentí fuerte. Y entonces supe que lo peor había pasado. Y entonces me quedé embarazada y ahí, ahí si que pasó todo. Yo tuve un motivo por el que luchar y salir de aquello, busca el tuyo. Yo no tiré la toalla porque tenía a alguien que tiraba de mí, busca a tu persona. Puede ser cualquiera, puedo ser yo si lo necesitas. Puede ser este problema, puede ser cualquier otro. Pero no abandones. Eso nunca.

Y sí, la psoriasis puede ser uno de esos problemas, pero no estáis solos. Podéis encontrar información y ayuda en :  www.aclaralapsoriasis.org de  Acción Psoriasis y en la web Tú cuentas mucho . Y al final de todo se sale.

Os dejo el enlace del vídeo de youtube que he publicado hoy en relación a este tema. Sería como una segunda parte algo menos personal, espero que os guste.

“El contenido de este post está enmarcado dentro de la campaña “Aclara la psoriasis”  en la que colaboran conjuntamente Acción Psoriasis y Novartis”

Sonríe, hoy más que nunca, sobran motivos.

Y desde aquí, una vez más, GRACIAS Carlos, por no darte nunca por vencido. Estaré eternamente agradecida por ello.

Marta.

13 comentarios en “Nunca te rindas #aclaralaPsoriasis

  1. MamáDéjameExperimentar BLW dijo:

    Uffff me has dejado con el alma en un puño. Eres un gran ejemplo y tu historia seguro ayuda a mucha más gente. Desde aquí mis respetos por tu esfuerzo y valentía!!! Besos Guapa

  2. Pepa dijo:

    Marta no sabes cómo me ha llegado este post…sé muy bien de lo que hablas, de manera diferente porque cada persona es un mundo, pero te entiendo muy bien. Eres una inspiración, gracias por ser tan clara y tratar un tema tan delicado de esta forma. Gracias!

  3. Bea; dijo:

    Guau.
    No sé por dónde empezar. Llevo desde ayer pensando en escribirte, Marta, y no sabía si hacerlo por aquí, por email o por instagram, porque no quería agobiarte. Pero después de esto, necesitaba hablarte. No podía seguir siendo una seguidora anónima más.

    Me llamo Bea, tengo 20 años, y te encontré por casualidad en instagram antes de que la preciosa Sofía naciera. Me llamó la atención tu cercanía, tu cariño, tu actitud. Sólo después descubrí que tu cuenta iba alrededor de la vida sana y… Me asusté. Porque no lo he pasado bien en el pasado con esos temas -y para ser sincera, ahora estoy en una época en la que podría estar mejor-, con la obsesividad, con el control, con la ansiedad, con la alimentación. Pero cuando te escuché por primera vez tu manera de hablar de el equilibro (¡tu manera de practicarlo!), de que no existían los cheatmeals ni esas cosas que se inventan, tu manera de que tu vida no girara en torno a lo que comes, sino a lo que VIVES… Me diste esperanza. Me quedé contigo.

    Y te vi crecer, y vi a Sofía y vi a Carlos y vi toda la vida que compartes con nosotros y no sabes cuánto lo agradezco. Mi sueño es también ser madre algún día. Tengo un Carlos a mi lado (de verdad, llevamos juntos desde los 17 años y nuestro día es también el 17! jajaja) al que agradezco todo. Y aspiro a que un día pueda ser como tú. Que pueda tratar a mi cuerpo con cariño y con respeto, pueda alimentarlo sin miedo, pueda ver que hay vida más allá de él. Pueda darle vida a alguien.

    Leer esto sólo me sirvió para darme cuenta (aún más) de lo fuerte que eres. De lo valiente y buena que eres. De que nos une, de alguna manera, más de lo que yo pensaba. A los 15 años enfermé también, de un trastorno de la conducta alimentaria. Y aunque no es algo que me defina, sí que ha marcado mucho mi vida. Escribí un libro (siempre he escrito, esto sólo fue la punta del iceberg) que ahora está publicado con la editorial Planeta («Seré frágil» por si te da curiosidad jajaja), que me ha dado la oportunidad de dar voz, de alguna manera, a toda la gente que sufre una enfermedad así y queda silenciada. Porque cada vez hay más personas, la gente sigue jugando con estas enfermedades sin darse cuenta de lo tóxicas que son esas conductas… Restricciones, atracones, comida prohibida, miedos, números, calorías, básculas. Qué voy a contarte. Y cada vez hay más pesimismo, y cada vez hay más gente que cree que es una cárcel de por vida. Pero yo me recuperé. Ahora tengo una racha más «meh» pero estoy bien, sé que son los exámenes jajaja

    Y tú… Tú eres la prueba de que lo que no nos mata nos hace más fuertes. Y en tu caso, te hizo brillar. Y tu bondad y tu enorme corazón hizo que ese brillo no se quedara sólo para ti y para tu pequeña familia, sino que creciera para ayudar a los demás.

    Gracias por darme esperanza, Marta. Gracias, de verdad.

    • martarivasrius dijo:

      ¿Y qué decirte yo a ti ahora? Que me has emocionado, de corazón. Que conocer a gente así, leer cosas así, sentir cosas así a través de una pantalla es lo que me hace seguir aquí. No conocía tu libro, ni tu blog, pero ten por seguro que lo haré. Me hace feliz leer que aquello es pasado para ti (todo lo pasado que este tipo de cosas pueden ser, ya sabes) y que tienes a alguien a tu lado que te hace vivir con todas sus letras. Seguro que llegará tu momento de ser madre y seguro que sabrás transmitirle a tus hijos el amor y el cuidado que tenemos que tener con nosotros mismos. Gracias por seguirme y un GRACIAS enorme por escribir hoy aquí. Ojalá me sigas viendo crecer y pueda seguir llenando alguno de tus días. Un beso enorme Bea.

  4. lucychibimundo dijo:

    Más personas como tú. Eso es lo que necesita el mundo, personas que den un paso adelante y hablen de esto. Que no son cosas de niñas, ni modas… que es algo serio y que duele. Que el apoyo de los demás es importante Que estén ahí cuando lo estás «haciendo bien» pero sobre todo cuando la cagas y das pasos atrás, que no lo haces para hacer daño a nadie y sufres más tú que nadie. GRACIAS por compartir algo tan personal con nosotros. Y FELICIDADES por la valentia que has demostrado al exponerte con esta historia, no todos la tenemos.

    :**

Deja un comentario